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80.- Mis novias de marzo.

Parece que sí… Aunque me tema que no, estoy por aquí, a tu lado, girando el dial a lo que venga, sin nada que perder tras otras seis que ya he quemado. Quiero aprender a defender  la oscuridad que reside en lo hermoso. Divino estrado que es la habitación- refugio mientras sollozo, fatal. H, otra vez estás tal cual. Descreído, como es normal, a los treinta y dos,  vivo a medio gas, pensando que he tocado fondo, y de pronto, esta puta intensidad. ¿Quedan trucos por conocer  si juntamos los tuyos con los míos?  Tendremos que ir a cenar a tu sofá, para escapar de esta ciudad. Mal tiempo y poemas sueltos. Que me perdonen mis novias de marzo, pues he echado a rodar tras lo que fuiste, como eres y por quien serás.
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79.- Fiesta en la niebla.

Locamente prosaico el formato, cabalgando contradicciones en tono nostálgico. El anhelo, Cantabria, tu abrazo en mi tacto, rebosa en el festejo de tu pelo largo. Razón infalible, como un lucero en la duda, perdido en la noche de tormenta madura. Esta es la carta pedida que se me ha ido de las manos. Hay fiesta en la niebla y la luz tensa apenas revienta el cielo sobre mí, no importa tampoco que esto lo entiendas, aunque en convivencia parecían perfectas las sombras que ya no vuelan. Fuiste mi rincón favorito, tan desnudo mi sosiego si no cambian las preferencias ni celebrando yo contigo este día en la distancia, mientras tú, adentro, disfrutas de mi ausencia. Entre tanto, pierdo la armadura en un regate, quebranto las pesadillas de esta espera rota, la misiva se diluye y mi alma ya no flota.

78.- Actos inexplicables.

Es un acto inexplicable volver estando pulcro sobran oprobios, se escuchan insultos, limpio de ti, siendo tuyo. Falta lo que me queda de aquel amor stereo que aún reverbera. Jaja, jajajá. Quizás no merezco tanto, no era mal tío de un rato, un poco raro, sin tener qué decir. Yo no era así, mas parecía que… Todo esto siempre pasa igual, no digas que vamos a estar bien si luego en casa después, cruje mi espalda y sonrío, un mero cruce de palabras, extraños del atardecer, qué se quieren los que se aman cuando lloran sin que valga de nada.

77.- El tiempo de las cerezas.

Yo sé que encontrarás por ahí a uno o dos que son mejores. No te preocupes por mí, soy un inconsciente  que escucha a Joaquín, y voy pensando, con un pulmón al lado. Puede que no tenga fin, mas es soledad  por cien años más, de aquí por allá. Así me encierren cuando voy, valiente, por tu misterio, que es mi consuelo. No tengo remedio. Pues eso, que así me encierres en tus pensamientos, que son mis sueños.

76.- Buenos Aires.

Aún me cuesta escribir cuando apenas veo mi pantalla perfecta, como cuando estabas aquí. Este poema es otra trampa  al microondas del corrector del texto, es como el sexo del resto, quizás, vaya, si es que puedo seguir. Entre versos y ruleta, enchufo un lexatín, y aún así  siento que soy marea a la deriva de algún bar infinito, que rima la voz de mis amigos. Esos que se fueron casi antes  de haberte conocido. Buenos Aires de acera a cera  por dólar al peso, acondicióname  por tu pelo, perdida iba mi Galicia como un grito al viento, aunque no sea ya la misma mina. A qué alma tú querías, gorda, no tengo cosas, ni mejores, ni otras, mas hago all in a oscuras en la timba. Quemando los recuerdos, no me busques, pues allí estaba  todavía bolinga,  nadando sin saber que  desnudo, para dentro.

75.- En la frontera de los dos.

Por sucumbir entre otras veces he sido expulsado del jardín. Son tantas las ventanas al lado de este lugar humano sin nadie más. Cosido al lunar de tu mano,   entre estrellas fugaces, ese sol despreocupado, que fuese extraño guardián  de amores a traición. Lleva nombre de mujer, prístina y cercana, de frente en procesión saludan sus callejones vacíos  escritos esta noche los pasos, en el silencio, y el recuerdo de un beso  en la frontera de  nosotros dos.

74.- Blanco.

Late el cursor del texto, patinan las lágrimas, nieva en alguna parte y estamos expuestos. Los recuerdos del recuerdo los quema el hielo, imposible viajar hoy, salvo si viajas lejos. Nueva voz de pasos lentos, se aferra al bastón  como si fuese un nieto,  o un libro escrito del revés  que, tras quedarse en blanco, está completo. —Te echaremos de menos.

73.- Hasta siempre.

Sigo pareciendo prolijo y perspicuo, viviendo en libertad desde que no estás. Del porvenir, de lunes a martes, por si acaso iremos por delante abriéndonos paso entre conversaciones banales. A penas he cambiado desde que dejé de pensar en lo que podría haber hecho. Y pasan los minutos y suenan mis pensamientos. Mi vecino me dice que calle y deje de tocar el puto saxofón, que no suena como antes y no son horas de andar dando por el saco. Arpegios encadenados, mientras acompaño este solo de Chet, invoco los malos presagios para mandarlos a la mierda. O a tu lado, pues todavía me acuerdo. Hasta siempre, veinte-veinte.

72.- Como si me quisieras.

Tomo notas de reclamos, como si me quisieras, entre voces altas  que gritan raspando el cielo. Acaricio un viejo pensamiento que jamás fue de verdad. ¡Qué mal! Veo que bebo los olores viejos  de un Brugal abierto. Bullshitter genial para hacerlo, vamos viendo, cómo detener el tiempo frente al calendario por primera vez. Hablo solo, me infiero del revés, no sé lo que quiero, como si me quisieras un poco más de lo que ya me querías ayer.

71.- Mientras, en la ducha.

 Muerto de frío y las palabras en el estómago. Creía haberlas digerido cuando, de pronto y sin permiso, escuché la lluvia derramarse por tu espalda. Bordeando tus pecas, esas que están por no querer despedirse de tu dermis. Era como si retumbasen intermitentes, arrojándose al vacío, temblando entre el silencio que provoca lo desconocido. Quizás sean de litio para ponerme en mi sitio, ahora que el tiempo clama en su lucha. Se escuchan acariciando tu cintura, lágrimas de veras que esperan afuera, y el nombre de este poema que sigue conmigo mientras, en la ducha.

70.- Desde mi azotea.

Algo nuevo sobre mí que remueva la ceguera. Un tipo extraño de deuda, los planes que aún me quedan  y admitir que no puedo buscar otras palabras  que mezclar con el humo, mientras pienso en alto desde mi azotea.

69.- Nada nuevo.

No sé por dónde empezar. Tu mano en la entrepierna  y mi energía podrida de tanto que lo intenté. Y es que no me pasa nada, nada nuevo, lo mismo que ayer entre tu pelo, gastado en preguntar cómo desbaratarme el tiempo. Ya ni me acuerdo de cuando, sin parar un momento, surgían las palabras frías, de la labia de siempre que, por no ser como esos, parecian elocuentes. Sé que pudieron ser elegantes y que alguna vez, incluso, llegaron a mezclarse entre la gente.

68.- Traviesas ligeras.

A 37 grados lentos, cuesta respirar dentro del vagón. Una vez en calma, los subtítulos de la pantalla, en esta cruzada por perder el miedo a las vidas encerradas. Y en el fondo tengo la sensación de haber estado haciendo el amor mientras escribía este mensaje difícil, cuando al compás de los rodajes, son las traviesas ligeras quienes bailan a escondidas sobre los raíles.

67.- Fiebre.

Fiebre de revolcones, pudor de sentirnos de verás al abrirnos las venas entre caricias y sábanas viejas. Los zapatos del pasado, tacón en dirección al cielo de esta madrugada para borrar los pasos que mis cuarenta y dos y medio esconden bajo las suelas. Imprevisto como un corcho prensado al brindar por su fuga, los motivos riman con las ganas de dejarte boquiabierta, y otra vez del revés, bailando al compás que naufraga en tus besos del acorde mi bemol mayor, da capo, una vez que acaban.

66.- Lost enamorados.

A placer,  sírvete de las palabras de mi boca, de amenazas por encerrar  nubes negras de tu voz  a punto de volver a las aguas derramándose entre los dedos. Y tu mirada imprevista se encogería los tímpanos al verme huir así para poder dejar la misma piel atrás. Correr y correr por mil ríos, y esconder pesadillas a domicilio en corsés de lencería, cuando suenan orquestas vacías al compás que desdibuja, sin remordimientos ni disculpas, los besos suicidas de lost enamorados.

65.- Coronas contaminadas.

En este sindiós, las coronas de princesa están contaminadas. Sin perro que me ladre, remedio a cambio de lágrimas  que no se ven en la distancia. Me salgo al balcón, pero está lleno. Tan complejo estar en guerra, que mi amor fluye y se conecta por Hangouts. Salvación, a veces,  por belleza. Otras, por desesperación. Al quedarme atrás, suenan sirenas. Cómo quisiera no despertar jamás  de este poema.

64.- Piensa en otra cosa.

Cuando vayan a rendirse las gotas de arena a la playa desierta, piensa en otra cosa. Pueden huir en las aguas deshechas, cayendo en picado los rayos de espaldas a la marea. Mientras, en la parte de atrás, esquivando las baldosas al andar, quedan días de verano todavía. Piensa en otra cosa cuando quieras beberte la piel del mar, discretamente mullida y tersa, de uno solo, pero esquivo, trago demasiado largo.

63.- Transparente.

Tal vez señor del aburrimiento, o sabio guardián del silencio. Ni transparente, ni ciego para interpretar eso que no se escucha, desde que las bocas hablan en mi nombre de viejas heridas. La respiración hecha,  echada está afuera del pulmón, ahora que los timbales de mi última oración reclaman el sentimiento profundo de mí en tu interior. Habrá que apostar todo lo demás al cinco y medio. En fin, es lo último que manifiesto, una proclama cobarde, desde que te quiero pero,  todavía no.

62.- A pesar de esto.

Primero frente al mar y buena luz para los restos de aprehensión y libertad. Siento que ya no me acuerdo. Cuando pienses en mí de verdad, cose un poema que no valga nada y guárdalo entre la nubosidad  de los retazos que son palabras. Ni dos versos tras afinar  el sonido al detenerse el tiempo, que solo escuché una vez, cuando fui feliz, a pesar de esto.

61.- Algo pendiente.

Líneas de ti por el suelo, y una nube de aire de mi habitación que nos sobrevuela a los dos. Es una cuenta pendiente, sabes lo que quiero decir. Tengo miedo a parar y quedarme frío. Por si te vas de viaje de siesta por la ladera de la Luna llena, recuerda que tenemos algo pendiente. Aunque te olvides del polvo suspenso  y paciente, kamikaze de la luz valiente que se siente al trasluz de nuestras pupilas dilatadas, tendremos algo pendiente. Tu piel de arena desierta marcada por el color de la marea. Tu voz y un descosido de mensajes en clave. Utilízame para ese baile suave que está pendiente. Quizás sea otro, de nuevo en otros charcos, entre películas baldías o colocados,  pero aguantaremos la respiración y detendremos los jueves,  desde enero hasta diciembre, tragando el deseo que se corona en tu nombre, olvidando los tickets de aquello que aún nos queda pendiente.

60.- Alzheimer impreciso.

A punto de faltarnos el tiempo para aprender de dónde venimos  y por qué somos. Los nervios a flor de piel desmantelan el bullicio de la gente, como una luz cegadora en el cielo que de pronto el alma devora. Y solo quieres marcharte,  sin razón para seguir viviendo. Era cada día así. Sin ser grandes, nos sosteníamos queriéndonos hasta reventar. Luego cambian los padres y quedan en el viaje los abrazos por lecciones, ansiolíticos, ferrocarril, y un Alzheimer impreciso del que, cuando despiertas, ya no estás aquí. Aunque nunca hablo de mí, gracias por haberme esperado, cantando “cielito lindo”, desde Ávila  hasta Valladolid,  para alegrarnos los corazones.

59.- Invierno.

Tarde de Nochebuena y no se quedarán a dormir. Aterrizan las cifras subversivas  que no sorprenden volviendo a las andadas. Al fondo, la mesa puesta  cada vez recibe menos platos. Aunque no fuera el trato, quizás haya sido un buen año de grises y claros, y heroínas venidas a menos. Clave en dos palabras de mensaje que justifica el permiso de estar lejos. A salvo de cruzarnos de paso, la dialéctica lenta que tiembla contra el espejo, se ejercita con el leve encierro  de todo lo que hace años era mío. Sentimientos de otro invierno, nos queremos entre charcos y oxidamos elementos complicados. ‘Feliz Navidad’.

58.- Entre vistas.

Dime si “probablemente” es demasiado real    para servirnos de este ratito detrás de la tinta que ensucia los viajes de vuelta que no llegarán. Contando las medidas que se pudieron tomar antes de perdernos de vista entre vistas vacías con algunos señores horribles. Enganchados al desastre de seguir el camino al borde de tres corcheas, dos silencios y un ratito contigo. Para de golpe este ataque de corazón y olvídate de la prosa que se escribe en verso, pues solo fuimos unos más de esos que juegan a esculpir la piedra con dedos de manos amnésicas que jamás echan de menos.

57.- 27 y medio.

Comienza la semana de pecadores. Sin salir de la parroquia, nos olemos los deseos, contamos historias y reímos lento. Al elevar los vasos, subimos el volumen de los sueños y llegamos a pensar  que no hay destino sin incendios. Dos anécdotas nuevas que contar, un beso menos que te debo. La vida nunca ha sido más  que el mismo lomo de un libro abierto. Los errores vienen y van, entre mis páginas me enredo. Yo sigo amarrado aquí, a las 3:23 de mis 27 y medio.

56.- Tragos y velas.

Es tarde para acelerar, la vanidad y las entretelas se enredan entre nosotros y olemos el miedo a volar. Cuatro versos sin rimar que leer contra agobios. Tu jersey de punto a juego con mi profesión y mis demonios. ¿Por qué no puedes dormir aquí? Porque sin mí estás entera. ¿Olvidamos lo que alcanzamos? Cuando perdemos lo que tuvimos y solo queda soplar las velas.